No quiero ser coach de vida. Listo, lo he dicho.
El coraje de ser escritora y reencontrarme conmigo misma, tantas veces como sea necesario.
Bienvenida a Auténticamente Alineada, un espacio para mujeres sensibles, creativas y profundas que desean vivir en coherencia con su verdadera esencia. Aquí encontrarás un refugio para vivir en armonía con tu esencia femenina, reconectar con tu verdad interior y dejarte guiar por la sabiduría de tu intuición. En este espacio, celebramos los ciclos naturales de la vida como portales de sabiduría y transformación orgánica.
Si sientes el llamado a vivir una vida más intencional, creativa y a tu propio ritmo te invito a formar parte de esta comunidad.
Creo que en mis últimas dos cartas - Carta 1, Carta 2 - se ha revelado mucho de lo que he ido sintiendo. Es como si mi alma, muy sutil y amorosamente, me estuviera guiando hasta aquí. Esta carta me ha tomado tiempo apalabrar porque verdaderamente cierra un ciclo de mi vida para abrirle espacio a lo nuevo, pero sobre todo, porque se siente como desnudarme no solo frente a mí misma sino también ante ti.
En este espacio he hablado mucho sobre los hilos invisibles que me guían. Mientras más vivo, escribo y sigo mi intuición, estos hilos se vuelven más tangibles, demostrándome que puedo confiar cada vez más en mi sabiduría interna, en mí misma y en cómo la vida se desenvuelve orgánicamente. Este newsletter es la evidencia física de cómo estos hilos invisibles han ido tejiendo mi camino a través del tiempo. Y siempre me ha parecido bonito compartirlo contigo.
He intentado plasmar muchas de mis vivencias a través de estas cartas, aunque, siendo completamente sincera, no siempre he encontrado las palabras precisas. La idea del Santuario que una vez quise crear en este espacio —un servicio para acompañar a otras mujeres a reconectar consigo mismas— estaba inspirada en mi gran deseo por demostrar que dentro de cada una de nosotras existe un lugar sagrado donde todas nuestras partes conviven en armonía y nos van guiando momento a momento. Estas partes, que a veces sentimos como separadas pero en realidad siempre andan danzando entre ellas, anhelan vernos florecer, sentir y expresar la vida creativamente a través de nuestro ser.
De alguna manera, yo deseaba recordarte que cultivar una íntima relación contigo misma es el acto más transformador que podrás hacer en tu vida. Y a diferencia de lo que usualmente solemos pensar, requiere muy pocas herramientas porque solo se trata de intención, apertura, honestidad y escucha activa. Sin embargo, he descubierto que es precisamente ese santuario interno el que hoy me enseña que es momento de tomar un rumbo diferente. Y lo que un día pensé debía compartir en este espacio como un tipo de servicio, en realidad se trataba de llevarte a tu propio santuario a través de mis palabras y ejemplo. Mientras más tiempo paso en mi santuario interior conectando con los susurros de mi alma, más cosas se me van revelando con sutileza.
La vida verdaderamente me está enseñando que no hay un destino al que llegar, ni existe urgencia o presión por ser; solo existe el ser aquí y ahora, sin más y sin menos.
Lo que te voy a contar en esta carta no ha sido fácil de comprender, pero ha llegado a mí en el momento perfecto. Una etapa en mi vida donde soy capaz de verme, entenderme y quererme de una manera un poco más honesta. No es algo que llegó a mi consciencia de repente; se ha revelado gradualmente después de años de batallas internas, lágrimas, contradicciones, frustraciones, vergüenzas y hasta malestares físicos.
Sobre honrar la vida de mi mamá y mi proceso de duelo
Si llevas mucho tiempo aquí y has ido siguiendo todos mis procesos, conoces muy bien que mi mamá ha sido la base sobre la que he sostenido, creado y nutrido este espacio. Digamos que este espacio casi se ha convertido en una ofrenda para ella. Recientemente, he descubierto que, de manera inconsciente, Auténticamente Alineada se ha convertido en mi manera de seguir escribiendo nuestra historia para que el lápiz de la vida no tenga la oportunidad de ubicar ese punto final. Ha sido mi intento de mantener palpitando nuestra relación a través de estas palabras, y de que cada escrito sea un soplo de vida que la manifiesta y te la presenta tan hermosa y real como ayer.
Hoy he podido comprender que, en este proyecto creativo, buscaba que el ser que más amo en la vida siguiera creando a través de mí, de estas letras y del servicio, con la misma entrega que ella se dedicaba a sus relaciones interpersonales y familiares. Ha sido mi manera de asegurarme de que el mundo no solo la recuerde, sino que conozca su historia. Porque para mí, la historia de mi mamá siempre mereció ser escuchada. Y aunque su historia haya tenido punto final en el plano terrenal, y a pesar de que su trascendencia fue un acto de liberación y paz, aquí en la tierra el quiebre de su ausencia sigue latente, las ganas de abrazarla y sostenerla persisten, y duelarla continúa mostrándome lo profundamente que se puede amar a un ser humano.
Cuando un ser que amamos tanto se va de este plano existencial, uno de los miedos que aparecen es el no poder recordar todas nuestras memorias, el que el tiempo pase y que una le olvide. Se nos olvide su olor, las arrugas de sus manos, los lunares, sus manías o sonrisas. Queremos hacer todo lo posible por preservar lo que queda de ellos no solo en el mundo físico sino en el emocional. Lógicamente nunca les vamos a olvidar, no hay un día que pase en que no piense en mi mamá, no hay un día que pase en que no le hable o le cuente alguna cosa.
Recientemente he descubierto algo que me costaba mirar de frente por miedo a defraudarla y a no cumplir con algunas de nuestras visiones compartidas. Este espacio no solo ha sido la forma en que he ido procesando mi duelo, también ha sido la forma en que me he quedado bajo su ala, su manto, sus ganas y sus deseos de verme brillar, crear y ayudar a los demás.
Como he mencionado en otras cartas, no hay sensación más hermosa que ver brillar los ojos de tu mamá cuando te mira con orgullo, admiración y el deseo de verte lograr todo lo que ella no pudo. No solo porque es tu madre, sino porque reconoce genuinamente los dones y talentos que hay en ti y que pueden ayudar a los demás. Este es un lenguaje invisible entre madres e hijas: honrar el ser mujer y convertirse en esa versión que logra liberarse de las ataduras mentales, emocionales y generacionales que hemos heredado a través de nuestra red de seres y linajes.
Sin embargo, este contrato que nunca fue escrito ni acordado conscientemente, me ha generado un enorme sentido de responsabilidad. Y, como ratoncito en su rueda, no es una carrera sino un acto de continuidad. Para reconocer que esta continuidad tiene múltiples manifestaciones, he tenido que abandonar mi mente y descender al corazón.
Tus dones no tienen que estar siempre al servicio de otros, ni limitarse a una sola forma de expresión
A lo largo de mi vida, he tenido un don especial para conectar con las personas; puedo leer el lenguaje corporal y las intenciones de otros tan naturalmente como si leyera el abecedario. El sostener, escuchar, acompañar, inspirar y dar claridad a los demás es un don que reconozco como una verdadera bendición.
Desde muy pequeña he sido elogiada no solo por mi madurez y sabiduría prematura, sino también por el efecto positivo que genero en los demás. Cuando alguien me habla, una parte de su ser se siente más liviana, más capaz, más humana y más conectada consigo misma. Lo sé por los comentarios que he escuchado toda mi vida —de amistades, familiares y clientes, incluso de personas que acabo de conocer— sobre lo fácil que es hablar conmigo. Las defensas de la mayoría se desvanecen a mi lado; no es algo que haga de manera consciente, simplemente sucede de forma natural. Pero, ¿qué sucedió? Todos estos detalles, estas reafirmaciones de "lo que se me da muy bien", crearon y alimentaron una identidad que hoy siento que me ha enjaulado: Paloma, la niña buena, la intuitiva, la sabia, la acompañante de procesos de vida, la profunda, la que te puede ayudar a entenderte y ver tu magia y, por último —porque el mundo en que vivimos hace de todo un trabajo, profesión o branding— la coach de vida.
Ciertamente, esto no es culpa de nadie; la vida, como una gota que cae constantemente en un mismo lugar, me ha ido moldeando en este ser del cual me siento profundamente orgullosa. La experiencia humana se divide en etapas, y siento que estos últimos treinta años de mi vida cierran un ciclo que ya ha cumplido su propósito.
Inicié mi carrera como coach de vida cuando esta profesión aún no era común. En aquel entonces, las personas no comprendían bien el concepto del coaching, por lo que ofrecer sesiones individuales requería primero educar sobre esta práctica y luego demostrar su impacto positivo en la vida de las personas. En ese tiempo, las redes sociales no estaban saturadas con toda clase de coaching, y eran pocas las personas que aspiraban a ser coaches de vida.
El coaching llegó a mi vida de manera orgánica, como todo lo que entra y sale de ella. Solía decir: "Ojalá existiera una profesión donde pueda hacer esto que se me da tan bien con mis amigas y mi mamá". Un día, inesperadamente, descubrí el coaching de vida y todas las piezas del rompecabezas encajaron. Era casi predecible, como si mi vida entera hubiera sido diseñada para ser coach. Tenía tanto sentido que, hasta hace poco, pensé que era lo que Dios quería que yo hiciera en esta vida.
Mi esencia, mis dones naturales, mi formación como coach de vida y el profundo amor por mi mamá me permitieron ser una cuidadora primaria efectiva durante su condición de Parkinson. Y al ver cómo estas facetas mías me ayudaron a lo largo de mi vida —tanto en la integración de mis propios traumas como en el proceso de sanación que compartí con mi mamá y su historia— esta identidad se fortaleció aún más.
Al ver mi mamá lo bien que se me daba todo esto y cómo yo le ayudaba a aliviar su propio dolor, me animaba a seguir este camino. Las dos, como mujeres de fe que deseábamos honrar las bendiciones que Dios nos da, pensábamos que estos dones son para utilizarlos. No es que ahora piense lo contrario, sino que en el mundo actual es muy fácil confundir las formas en que estos dones "deben ser utilizados". Como mencioné antes, con tanta información y el mundo digital, nos han convencido de que todo aquello en lo que somos buenas lo podemos empaquetar y vender. Los dones que Dios nos ha dado se convierten en el nuevo producto, nuestro propósito de vida y hasta nuestra responsabilidad ofrecerlos como servicio. No digo que haya algo inherentemente malo en esto. Sin embargo, existe una línea muy fina donde es fácil confundirse y pensar: "Si Dios me ha dado estos dones, es porque mi 'propósito' o 'llamado en esta vida' es ser coach y ayudar a otros".
Y aquí está mi punto: si bien nuestros dones vienen de Dios, la forma en que los utilizamos no tiene que seguir un camino específico ni tener sentido para nadie más. Tampoco es una obligación usarlos si así no lo deseamos — aunque a mí sí me gustaría seguir utilizando los míos, lo haré de una manera distinta a como solía imaginar. Y escribo sobre todo esto por si de casualidad tú también sientes algo similar.
Ya no deseo ser coach de vida ni formar parte del mundo del desarrollo personal
Me ha costado reconocer que durante mucho tiempo mantuve la identidad de coach de vida sin realmente desearlo. Especialmente después del fallecimiento de mi mamá, pues sentí que ser coach era una forma de mantener vivo nuestro deseo compartido, como madre e hija, de ayudar a otras personas. En mi interior, sentía que debía compensar el no haber podido salvarle la vida durante su enfermedad, arreglar todo lo que se escapó de mi control en su proceso final y, sobre todo, realizar todo aquello que no pude lograr con ella, para ella y junto a ella mientras vivía. Me sentía responsable de hacer por otras mujeres lo que no pude hacer por ella: "Si más mujeres pudieran recibir esta información a tiempo", "Si más mujeres pudieran vivir con verdadera libertad, tanto externa como interna..."
Y ahí, en esa batalla interna, me decía...
Si no pude salvarle la vida a mi mamá, al menos puedo acompañar a otras mujeres a tener mayor calidad de vida.
Si mi mamá no pudo explorar todo su potencial, yo, por consecuencia, tengo que hacerlo.
Si mi mamá vio todos mis talentos y dones, lo menos que puedo hacer es utilizarlos y ponerlos al servicio de la humanidad.
Como hija, quiero que mi mamá esté orgullosa de mí. No quiero que su muerte sea en vano — sé que no lo es. Quiero que su legado viva a través de mí. Que cuando alguien me pregunte quién soy, pueda decir orgullosamente que soy el producto de ser la hija de mi madre. Que cuando alguien conozca a Paloma, también vea las semillas que su mamá sembró en su corazón. Pero en este intento de continuar nuestra historia — de salvarla a través de este espacio, de honrar su vida y su historia, de crear algo de lo que ella esté orgullosa — también me creé una jaula. Dejé de vivir y crear por mí misma porque sentí que tenía que cumplir con ciertas expectativas para honrarla y demostrarle lo mucho que la amo y cómo sigue viva en mí aún después de su partida. Y en ese intento, comencé a notar que seguía sumergida en un rol de hija que se siente en deuda. Es cierto que lo estoy, pero eso no significa que deba dejar de vivir mi propia vida, pues mientras ella estuvo aquí, dediqué mi vida a ella y para ella. Y hoy está bien que yo explore todos los recovecos de mi cuerpo de mujer. Esto es algo que nosotras las cuidadoras solemos experimentar después de años de entrega, algo que mi mamá también vivió y, tal vez por eso, intentando emular su buen corazón, me ha costado dejar ir. Al igual que ella, me cuesta permitirme recibir incondicionalmente, prefiriendo dar. Ambas actitudes son hermosas, pero como todo en la vida, necesitan equilibrio.
Si es tu llamada, te seguirá llamando
Aunque nunca le abras la puerta.
Mi alma lleva mucho tiempo susurrándome algo que he ignorado, callado y resistido por años: dedicarme a la escritura, sea cual sea la forma que tome. Crear una vida creativa según mis propios términos.
La única constante en mi vida siempre ha sido escribir, y es la única identidad que permanece inmutable en mí.
Lo que he estado viviendo recientemente se siente como si mi niña interior viniera a tocarme a la puerta para decirme: "Ya es hora", "Ya es hora de que experimentes tu libertad, de que vivas alejada de las expectativas de los demás, de que crees la vida que viniste a vivir — esa que aún no está trazada y que se te irá susurrando, momento a momento". Y por fin, después de varios malestares emocionales y físicos, le abrí la puerta y le di la bienvenida. He comprendido que vivir mi verdad es la esencia pura de Auténticamente Alineada. A mi mamá le hacía feliz verme ser, sobre todo verme feliz. Es sorprendente cómo una misma puede limitarse y justificar todas las barreras internas que se impone.
Mami siempre me decía que lo único que ella quería para mí era que yo fuera feliz. De hecho, ella sabía lo mucho que significaba para mí escribir, especialmente escribir una novela de ficción. Me decía: "Paloma, escribe, que eso es lo tuyo. Escribe ese libro que tanto quieres escribir. No importa lo que escribas, pero escribe". Sin embargo, yo misma fui quien me enjaulé, pues dejé de darme prioridad porque quería salvarle la vida a ella, verla feliz. Nadie me lo pidió — fue algo que hice con todo el amor del mundo y de lo que no me arrepiento en lo más mínimo. Mami sabía que había algo en mí que me limitaba, algo que yo por mucho tiempo no entendía. Pero si de algo estoy segura es que ella veía mis miedos como yo veía los de ella. En vida probablemente nunca los conoció todos, pero creo que ahora desde el otro lado del velo los puede ver y entender. No sé si es mi gran deseo de que ella me comprenda, pero siento que mi mamá hoy me entiende mejor que nunca.
Algunos de mis miedos eran:
El miedo a perder a mami en vida actuaba como motor y, a la vez, como una carga paralizante.
El temor a independizarme y encontrar la felicidad cuando ella no pudo realizar tantas cosas me perseguía constantemente. Como hija, cuando alcanzamos la plenitud que nuestra madre no pudo experimentar, surge un sentimiento de culpa inexplicable. Es irracional, pero quienes lo han vivido lo entenderán.
El miedo a brillar y a fracasar se convirtieron en mis fieles compañeros.
El temor a no ser una buena hija o a que ella dejara de sentirse orgullosa de mí —algo que ahora comprendo es imposible en nuestra relación.
Y ahora que ella no está en este plano físico, desde el otro lado del velo me ha enviado muchos mensajes: este es el momento, es hora de confiar en ti, estoy orgullosa de ti y no hay nada que puedas hacer que cambie eso. Pero sobre todo, ahora que ella no está físicamente, estoy aprendiendo a amarme, a honrar mis deseos y a recibir incondicionalmente de la vida, siendo co-creadora junto con Dios de mi historia. Estoy aprendiendo a escuchar y seguir mis verdaderos llamados, guiada por un saber profundo que mi alma me susurra momento a momento. Esto requiere una valentía inmensa, porque nada es más aterrador que intentar ser feliz en un mundo que se empeña en vendernos que no lo merecemos. Nada más aterrador que seguir los llamados de tu corazón. Nada más aterrador que volver a ser principiante, aprender un nuevo arte, apostar por una misma y lanzarse al misterio sin saber qué le espera del otro lado.
Escribir ficción es lo que siempre he querido intentar y lo que más he resistido en mi vida. Hay muchas razones para esto, aunque no todas las comprendo todavía. Tal vez en la próxima carta profundice sobre ello. Por ahora quiero decirte que la época de la coach ha culminado. Ya cumplió su función. Ser la coach de vida de mi mamá y de mí misma ha sido un hermoso privilegio, pero hoy quiero ser, simple y sencillamente, la escritora —si es que necesito ponerme una identidad.
El desarrollo personal ha pasado a un segundo plano — quizás hasta un quinto plano. El internet rebosa de información para transformar vidas, y deseo que tu vida se transforme. Sin embargo, yo anhelo tocar corazones a través de la escritura, a través de estas cartas donde puedo ser yo misma — sin etiquetas, viva y en constante evolución, pues eso es lo único seguro en esta vida. Quiero sumergirme en mundos desconocidos y descubrir cómo el crearlos me transforma a mí. Porque sé que este viaje no se trata del resultado final, ni de la novela en sí misma, sino de eso que me está llamando a salirme de la zona cómoda y explorar lo que aún no tiene forma.
Quiero reconectar con mi niña interior y dejarle saber que está bien ser diferente. Que mi vida no tiene que tener sentido para nadie más. Que Dios siempre nos utiliza como vasijas creativas para llevar su luz y que, al final, mi mamá siempre estará viva dentro de mí: en cada conversación, sonrisa, detalle y acto intencional que realizo en la cotidianidad de mis días.
Por último, este es un recordatorio tanto para ti como para mí: los dones que Dios nos ha dado podemos utilizarlos de mil maneras distintas.
Mi deseo con esta carta no es solo actualizarte sobre mis viajes en espiral, sino recordarte que está bien dejar ir las identidades que ya cumplieron su función. Los seres que amamos con tanta pasión y que hoy no están físicamente con nosotras seguirán viviendo a través de nosotras, y honrarlos también significa atrevernos a seguir los llamados de nuestra alma, momento a momento.
Hoy sé que no hay nada que yo haga donde mi mamá no forme parte de, PORQUE YO SOY HIJA DE MI MADRE y SIEMPRE lo seré.
Con amor,
Paloma
©Paloma González, Auténticamente Alineada, 2025 | Todos los derechos reservados. Este contenido está protegido por la ley y no puede ser reproducido o copiado sin permiso.
Requiere grandes dosis de valentía lo que estás haciendo, Paloma. Te aplaudo, y te deseo un nuevo camino como escritora lleno de felicidad, plenitud y bendiciones. 💜💜💜
Es precioso. De eso se trata la vida: de estar en constante movimiento y transformación. Espero que, sea cual sea el camino que tomes ahora o en cualquier etapa de tu vida, te haga feliz, porque será el indicado para la Paloma de ese presente.
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